La deforestación representa el 18% de las emisiones globales de GEI (5.8
gigatoneladas de CO2 al año según el Panel de Cambio Climático). En
América Latina en particular la deforestación es responsable por más de un
tercio de las emisiones y en algunos países como Brasil representa más de
la mitad del total de gases de efecto invernadero emitidos a la atmósfera.
Es de destacar además que la deforestación conlleva una serie de impactos
ambientales y sociales tanto o más graves que los referidos al cambio
climático. Esto explica la importancia que adquiere el objetivo de evitar
la deforestación en el marco de las negociaciones internacionales de
cambio climático. A lo largo de las negociaciones del Protocolo de Kioto,
no se había logrado llegar a un acuerdo sobre este punto, razón por la que
el tema fue omitido durante unos años. Pero ahora, ante la inminencia de
un nuevo acuerdo post Kioto (2012 en adelante), la Reducción de Emisiones
por Deforestación y Degradación (REDD) vuelve a ser tema de controversia
en las negociaciones.
Mecanismos de Mercado
Nadie discute la necesidad de tomar medidas sobre este tema en el marco de
la Convención de Cambio Climático. La discusión es acerca de cuáles son
las medidas que deben ser adoptadas y particularmente si deben formar
parte de los mecanismos del Mercado de Carbono, es decir, si el evitar la
deforestación puede generar alguna forma de certificado comercializable.
Las razones para no incluir la REDD en un enfoque de mercado de carbono
son varias y están signadas por lo que han sido las falencias demostradas
en la corta vida del Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL). Un primer grupo
de problemas tiene que ver con las comunidades que hoy habitan esos
bosques. Es previsible que en un contexto de mercado, las mejores
oportunidades sean tomadas por grandes inversionistas o empresas y vayan a
beneficiar a las comunidades más pobres o grupos nativos. Es también
esperable que al adquirir un nuevo valor la conservación del bosque, las
comunidades que actualmente viven y dependen del bosque para su
subsistencia se vean desplazados por los nuevos “propietarios” que irán a
impedir toda forma de utilización del bosque so pena de perder sus
certificados.
Un segundo grupo de problemas está relacionado con la forma de medir y
contabilizar las emisiones o la deforestación evitada. Uno de los
argumentos decisivos para retirar esta propuesta de la agenda de
negociaciones durante la discusión del Protocolo de Kioto, fue el de las
“fugas”. Es decir, como impedir que una actividad que provoca la
deforestación en un lugar y que sea prohibida en el marco de un proyecto
MDL, se traslade a otro bosque. A fin de evitar este problema, en esta
nueva etapa de las negociaciones post 2012 se están debatiendo diversas
propuestas orientadas a llevar una contabilidad nacional o “sub-nacional”
(algunas propuestas incluso agregan una contabilidad “global”) que permita
evitar las fugas.
El otro problema asociado a la medición y contabilidad de las emisiones
reducidas es de las “líneas de base” o escenario de referencia. Para poder
determinar el volumen de emisiones evitadas por deforestación es
imprescindible conocer cuáles serían esas emisiones en el caso que no se
realizara ninguna actividad para evitarlas. Esto lleva directamente al
problema de definir cómo sería el futuro en ausencia de las medidas que se
propone adoptar. Para ello hay algunas propuestas basadas en las tasas
históricas de deforestación y otras en las previstas a futuro. Estos
enfoques están siendo muy debatidos en tanto los países con mayores tasas
de deforestación tendrían mayores oportunidades de negocios (y
consecuentemente se verían más beneficiados) que países con bajos niveles
de deforestación, lo cual estaría “premiando” a los peores.
Las metodologías para medir y contabilizar las reducciones evitadas por
estas nuevas actividades propuestas también son objeto de debate. La
propia definición de “bosque”, los instrumentos de control satelital, las
metodologías de monitores de campo, son algunos de los problemas que
enfrenta el debate en torno a la REDD. Más difícil aún cuando se intentan
definir metodologías para evaluar las actividades para evitar la
“Degradación”, una categoría más difusa que la de “Deforestación”.
Finalmente, siempre está la duda –y más en un tiempo de crisis financiera
global como el que estamos atravesando- hasta donde los mecanismos basados
en el mercado, fluctuante por definición, pueden dar cuenta de medidas
estables y de largo plazo como requiere la política de conservación de los
pocos e imprescindibles bosques que van quedando en pie.
Alternativas
Ahora bien, la deforestación y la degradación de bosques son actividades
que claramente tienen impactos negativos tanto en lo referente al Cambio
Climático como a la conservación Biodiversidad, el Agua y la propia
Humanidad. ¿Cómo enfocar la conservación de bosques a través de otros
mecanismos que no sean de mercado?
En general las propuestas alternativas a las soluciones de mercado no han
venido de las delegaciones gubernamentales sino principalmente del ámbito
de las ONGs y los grupos indigenistas. La mayoría de ellas presentan
enfoques basados en la justicia ambiental, la compensación por parte de
los países industrializados a los países en desarrollo (deuda ecológica) y
la conservación basada en principios éticos, ambientales y de justicia
social.
Por razones obvias estas propuestas son menos discutidas y
consecuentemente menos desarrolladas que las que provienen de los ámbitos
gubernamentales. No obstante algunas propuestas concretas se han logrado
esbozar. Por ejemplo la Red Acción Climática (CAN por sus siglas en
inglés) una coalición de 400 ONGs de todo el mundo ha propuesto un
mecanismo de “subasta” del Monto Asignado de Emisiones que le corresponde
a cada país del Anexo 1. El esquema de Protocolo de Kioto se basa en una
asignación de emisiones permitidas a cada país (fruto de una larga
negociación política) que fueron otorgadas “gratuitamente”. La propuesta
de CAN es hacer una subasta internacional para asignar los nuevos montos
de emisiones permitidas a cada uno de los países llamados industrializados
y a través de ella generar los fondos que permitan financiar proyectos de
conservación de bosques en los países en vías de desarrollo.
Otras propuestas -también compatibles con esta- establecen diferentes
alternativas para distintos tipos de proyectos y circunstancias,
permitiendo convivir a mecanismos de mercado, fondos de donación y
regulaciones obligatorias. Greenpeace, por ejemplo, propone unos nuevos
certificados para los proyectos de REDD que no sean intercambiables en el
mercado de carbono (es decir, que no sean “fungibles” con los otros
certificados de MDL o comercio de emisiones) y que cada país del Anexo 1
deba cumplir parte de sus compromisos de reducción de emisiones con estos
nuevos certificados.
Obviamente en este tipo de enfoques el papel de estado y la regulación
estatal es clave para el buen desarrollo de los proyectos.
Perspectivas
La diversidad de situaciones a lo largo y ancho del planeta hacen muy
difícil llegar a acuerdos que contemplen todas las realidades. Más aún
cuando razones y expectativas económicas se agregan a la ya compleja trama
de asuntos en discusión. La deforestación tiene diversas causas; algunas
de ellas se podrían evitar con mecanismos de mercado y otras no, algunos
gobiernos y estados tienen capacidad de establecer regulaciones y hacerlas
cumplir y otros no y finalmente algunas sociedades son más permeables a
los esquemas de corrupción que otras.
Sea cual sea la solución o las soluciones finales que se adopten, algunos
principios o criterios deberían ser obligatorios:
● El resultado final debe ser –sin dudas- la conservación de los bosques.
● El esquema de financiación debe estar basado en la obligación de los
países industrializados de “compensar” a los países de menor desarrollo
relativo por su responsabilidad diferenciada en el cambio climático.
● Los recursos económicos destinados a este fin deben servir -sin dudas- a
mejorar las condiciones de vida locales y no a engrosar las ganancias de
grandes inversores.
● Los pueblos indígenas y las poblaciones que habitan los bosques deben
tener una participación decisiva en las decisiones sobre las propuestas de
conservación.
El gran desafío que tiene la Convención de cara a la Conferencia de
Copenhague es como asegurar la permanencia de estos principios en
circunstancias nacionales tan diferentes, y en un marco de negociaciones
mucho más amplio, que incluye una vastedad de temas casi inabarcables,
donde la REDD será, sin lugar a dudas, una de las tantas monedas de
cambio.
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