Con mucha envidia me enteré que recientemente ha sido descubierta una nueva especie biológica en los bosques nublados de Ecuador. Se trata del Olinguito (Bassaricyon neblina), un mamífero de la familia de los mapaches que parecería ser una mezcla de gato y oso. Sin duda es una buena noticia para la comunidad científica internacional y para los ecuatorianos. Y en ese aspecto, ¿cómo vamos por casa? Seguramente nos podría ir mucho mejor.
PUBLICADO: HACE 1 HORA
Por: Enrique Angulo Pratolongo
eangulopratolongo@gmail.com
eangulopratolongo@gmail.com
Sin
lugar a dudas, el Perú es –todavía- una caja de sorpresas, ya que en
los últimos años, aunque no se sepa, se ha descubierto varias especies nuevas para
la ciencia. El problema es que casi nadie “le da bola” a estos temas,
los mismos que tampoco son muy difundidos porque no “venden”. Además, en
el país, el mundo científico divulga poco sus resultados y no se cuenta
con mecanismos institucionalizados para informar oportunamente lo que
se viene haciendo en aras de conocer mejor nuestra diversidad biológica.
En
toda la euforia, debemos diferenciar entre lo que significa y
representa en general descubrir una nueva especie para la ciencia y lo
que implica tener un nuevo registro para un lugar, una región o un país,
en este caso, el Perú. Hallar una nueva especie es mucho más
complicado, insólito y excepcional, dado que no todos los días sucede y menos en este planeta tan intervenido y venido a menos, aunque hay sorpresas interesantes.
El
segundo caso, es decir, obtener nuevos registros de especies biológicas
para el Perú, se da mucho más seguido, ya que contamos con un mayor
(pero aún insuficiente) número de investigadores que utilizan técnicas
modernas para la investigación. Además, variables como el tan mentado
cambio climático y la degradación de algunos ecosistemas en países
vecinos estarían ocasionando que algunas especies biológicas amplíen sus
rangos de distribución y que otras se vean obligadas a buscar nuevos
territorios para sobrevivir, en este caso, algunos ubicados en nuestro
país.
Por eso, lo sucedido en Ecuador es relevante (además, lo han “vendido” muy bien, pues la noticia ha dado la vuelta al mundo). Adicionalmente, -y hay quedecirlo-
el descubrimiento de un mamífero, es algo mucho más pomposo y
resaltante que el reporte de una nueva especie de ave, reptil o insecto
para la ciencia. Claro, a menos que se descubra un ave sumamente vistosa
o no voladora; un sapo o lagartija, gigante, fosforescente y con tres
ojos; o un insecto que camine en dos patas. Lo que sí es cierto es que
el planeta todavía nos podría sorprender. Basta ver lo que sucede en la
cuenca del río Mekong, en Asia, donde se sigue descubriendo nuevas
especies para la ciencia.
Un poco de números
Según
algunos expertos, existen, cerca de 5600 especies de mamíferos en el
planeta, de las cuales se conoce solo 5501 (es decir, el 98% y sin
contar al Olinguito); 10 500 de aves de las que se
conoce 10 064, es decir el 96%; 12 000 de reptiles y 9547 de ellas
conocidas (80%) y 15 000 especies de anfibios y 6771 conocidas (45%) .
Por
cierto ¿Cómo es que se sabe que existe un número determinado de
especies biológicas, pero solo conocemos un porcentaje de dicha cifra?
Esto sucede por lo siguiente: existen especies que ya fueron
descubiertas, pero que aún no han sido descritas y no han sido dadas a
conocer oficialmente; además existen muchas subespecies de alguna u otra
especie que en realidad son especies nuevas pero que aún no han sido
declaradas como tal.
En todo caso, cualquiera de estas podría aumentar la lista de especies ya conocidas. Pero, tengamos en cuenta que es distinto clasificar y renombrar a una especie ya conocida que descubrir una totalmente nueva para la ciencia.
Así
también, con los grandes avances en la genética molecular (análisis
secuencial del ADN) sucede también que algunas especies han sido
declaradas como subespecies (con lo cual el número total de especies
disminuye) o que determinadas subespecies son clasificadas como especies
nuevas, lo cual aumenta el número total de especies. Lo importante es
saber que todas estas cifras cambian permanentemente y que si bien es
relevante conocer realmente qué tenemos y dónde está, lo primordial es
asegurar de que las nuevas especies que vayamos sumando a cualquiera que
sea la lista puedan permanecer en el planeta.
Para los sapos…
Para
complementar parte de lo acá expuesto, recomiendo leer el artículo
titulado: “Investigación y conservación de la biodiversidad en Perú:
importancia del uso de técnicas modernas y procedimientos
administrativos eficientes” de Rudolf von May, Alessandro Catenazzi y
otros autores, publicado en la Revista Peruana de Biología 19 (3): 347 –
354 de diciembre de 2012 y editada por la Facultad de Ciencias
Biológicas de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. En el
mencionado artículo se indica, entre otros, que “…tan sólo en los
últimos siete años –entre el 2005 y el 2011– se ha descrito 115 especies
nuevas de anfibios en el Perú (Rivera-Correa 2012). En un período de
tiempo similar se ha descrito muchas especies nuevas de otros grupos de
vertebrados, decenas de especies nuevas de plantas y muchas especies
nuevas de invertebrados”.
En
el Perú tenemos todavía bastante por hacer para conocer nuestra
diversidad biológica. En esa dirección, concuerdo también con lo
expresado en el artículo en mención: “Asimismo, esta tarea no sólo debe
servir para catalogar la riqueza natural del país sino también para
entender los procesos involucrados en la generación y mantenimiento de
la biodiversidad y su posible respuesta a los efectos del cambio
climático. Esto es de particular impor¬tancia en la elaboración de
planes de adaptación y mitigación al cambio climático”.
Rocas en el camino
Dicho
lo anterior, existen algunas trabas e impedimentos que limitan el
accionar científico en el país. Tenemos las pataletas de algunos
satanizando la colección de ejemplares biológicos en el campo para los
estudios taxonómicos, lo cual solo saca a relucir una falsa concepción
del “conservacionismo”, tildando además a muchos investigadores como los
“malos de la película”; las actitudes gangsteriles de algunos también
mal llamados “conservacionistas” impidiendo el trabajo de investigadores
en el país; así como las dificultades ya conocidas, como la falta de
presupuesto estatal para la investigación científica, lo mismo que se
traduce en tecnología obsoleta y en limitados incentivos para invertir
en el estudio de nuestra diversidad biológica y cultural.
Por
eso, pese a que sí existen avances interesantes y resaltantes de la
investigación científica en el país, nos estamos quedando un poco.
Debemos meter más carbón a la locomotora de la gestión del conocimiento.
Un ejemplo claro y conciso que grafica que se nos puede pasar el tren,
es lo que podría suceder en Bolivia. Y es que el país vecino ya está por
atrasarnos, pues ha anunciado la pronta fundación de su Centro
Internacional de la Quinua. No se trata de una competencia a nivel
internacional, por supuesto que no, pero sí se trata de aprovechar las
oportunidades que se nos presentan y de darle un valor agregado a
nuestros recursos naturales.
Claro,
tampoco es que los bolivianos estén prohibidos de realizar esa y otras
iniciativas de ese tipo, pero creo que no deberíamos dormirnos en ese
aspecto e invertir más en la investigación y fortalecer el trabajo de
instituciones como, en este caso, el Instituto Nacional de Innovación
Agraria (INIA), ya que es harto conocido el potencial de este y de otros
granos andinos. A su vez, es necesario aclarar, en especial a aquellos
que creen que todo lo bueno y rico es peruano o de origen peruano, que
la quinua, la kiwicha y otros productos provenientes de los Andes
también existen en otras latitudes.
Un
distinguido investigador (no diré su nombre para que no le suelten
—innecesariamente— los perros) me comenta que en el país estamos
perdiendo oportunidades para potenciar el estudio científico, debido a
que los trámites arcaicos, obsoletos y absurdos que demanda el Estado
para llevar tejidos, muestras y el material necesario para estudios
genéticos a otros países (ante la falta o poca presencia de laboratorios
calificados en el país) son francamente de terror y espantan a
investigadores nacionales y foráneos por lo que, o se frustran y
abandonan la empresa o se van a otros países a trabajar.
Así,
aunque sé que existen muchos detractores de lo que voy a expresar,
tampoco es que nos la debemos pasar investigando y compitiendo a ver
quién publica más y quien lo hace en las mejores revistas. Sin duda
alguna, es vital promover y apoyar la investigación científica, dar a
conocer los resultados y sobre todo buscarles una aplicación. Por lo
tanto, es de trascendental importancia identificar la manera de
incorporar la información científica y técnica a las políticas
nacionales, regionales y locales para que lo que se haga tenga un
sustento válido, evitando las improvisaciones y el mal uso del dinero.
Además,
es evidente que en algunos gobiernos regionales, los funcionarios no
están muy bien capacitados y que requieren apoyo técnico.
Lamentablemente, eventualmente salen a relucir los regionalismos y
algunos resentimientos cuando se pretende apoyar a funcionarios fuera de
la capital. No podemos perder de vista que el fin supremo de la
investigación científica es ofrecer insumos e información de calidad
para una buena toma de decisiones que nos permita desarrollarnos como
sociedad para mejorar nuestra calidad de vida, conservar y utilizar
responsablemente el medio ambiente y si es posible, en el camino,
descubrir nuevas especies biológicas.
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